Once Upon A Time in Wonderland

En el País de las Maravillas el lenguaje parece ser sólo uno, por lo que tanto los animales como las plantas y los humanos pueden entenderse y hablar entre ellos. Un gato, un conejo e incluso objetos inanimados como los naipes, podrían mantener una conversación totalmente fluida contigo.

Una bebida en una botella, un trozo de hongo y un poco de mantequilla, son snacks a los que en la vida real nunca le prestáramos atención –y nunca pensaríamos que tendrían algún tipo de poder– pero en el País de las Maravillas son una especie de ayuda de la naturaleza para cambiar de forma, hacernos más grandes o más pequeños.

Mientras más intentes buscarle sentido a las cosas, menos se lo encontrarás. Wonderland es un lugar en donde lo ilógico reina por encima de la razón.

Olvídate de todo lo que sabías sobre gatos, si antes pensabas que era esa dulce y tierna mascota a la que podías acariciar todo el día; definitivamente no te has encontrado con un gato de Wonderland.

El tiempo es un concepto bastante etéreo en el País de las Maravillas. Parece ser algo que se pierde pero que siempre está siendo buscado –por lo menos por el conejo­– sin embargo, su existencia es prácticamente nula para quienes se encuentran atrapados en este mundo paralelo.

Lo más probable es que te enfrentes al inminente convencionalismo social británico mejor conocido como “la hora del té” con una que otra diferencia del que normalmente conocemos claro –empezando por sus anfitriones–.

Estar perdido en Wonderland podría resultar una verdadera pesadilla, principalmente porque el pedir o buscar direcciones sólo nos hace perdernos más de lo que ya estábamos.